REVISTA DE ETNOGRAFÍA GRÁFICA
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Lugares con encanto


Los alrededores de Santa María del Rosario


Durante el siglo XV, en la medida que los reinos cristianos consolidan las fronteras de su territorio, los recintos amurallados que hasta entonces habían consolidado un espacio de protección pierden progresivamente su importancia y función. En el caso de Jumilla va a significar el desarrollo de una incipiente urbe fuera del recinto amurallado del castillo. En 1420 se construye la ermita de San Cristóbal1 y, muy pronto, no tardaron en aparecer nuevas edificaciones que comenzarán a configurar la nueva ciudad como es el caso del Hospital Viejo y la iglesia de Santa María del Rosario que funcionará como iglesia mayor hasta 1500.

Ese espacio urbano que comenzaba a configurarse como arrabal fuera de la ciudad amurallada en el cerro del castillo lo hacía configurando un entramado de calles angostas y sinuosas que o bien seguían las curvas de nivel del cerro o intentaban confluir en los que entonces eran puntos de confluencia de la vida cotidiana, bien fuera el mercado Plaza de los gastos o la propia Iglesia de Santa María, centro neurálgico y espiritual de la época.
Con el paso de los años y ya en el siglo pasado aquella red de sinuosas calles no estaba preparada para los avatares y vehículos que imponía la modernidad, había que derruir algunas casas, cortar a pico las peñas del cerro y dar salida de Este a Oeste a una arteria tan importante como la calle del Calvario. Era el diseño de la actual Miguel Trigueros. Esto unido a que con el paso de los años se han perdido edificios e hitos urbanos tan significativos como la propia iglesia de Santa María, los lavaderos y los caños de la fuente, han dado origen a su actual fisonomía. Aun con todo, en la actual fisonomía este lugar todavía ofrece rastros que nos recuerdan y evocan el primitivo arrabal que dio origen a la ciudad actual.

Todavía con sus ausencias y remodelaciones y actuaciones actuales el espacio que ocupo en sus inicios la ciudad de Jumilla es un lugar con encanto, con ese aire recoleto y tortuoso que ofrecen los viejos núcleos urbanos y que nos evocan otros tiempos y otros ritmos de vida. Todavía los nombres de sus vías y plazas rememoran y reivindican las viejas funciones que cumplieron «Cantarerías» (en ella todavía se ubica un viejo horno moruno de cocer cerámica) o la «Plaza de los gastos» (donde se desarrollaba el mercado para la compra y venta de bienes), la vieja condición de sus vecinos «Acomodadas» (condición social de las señoras que lo habitaban), «Hospital Viejo» (Lugar donde se ubicaba el servicio médico) «Los Molinos» senda que daba paso a los molinos de harina situados en la rambla y movidos por las aguas de la villa). En definitiva aún hoy es un lugar para pasear, para disfrutar y reflexionar sobre un pasado no muy lejano en el que nuestros antepasados vivían a otro ritmo, en otras condiciones; pero seguramente, con idénticas ilusiones y anhelos.